Al norte del Río Negro las cosas son distintas


Una mañana del verano nos despertamos, el calor y el bochorno eran tal que ni siquiera voy a intentar explicarlos.
 La chica era a los ojos de cualquiera la muchacha de la casa y yo me había acostado con ella sin vergüenza alguna, obviando que tenia una cama que otros habían preparado para mi.
Nada de lo que paso durante ese viaje fue tan sublime como la escena en la que por fin nos hablamos:
 Frente a sus padres, ebrio, justo después de la nochebuena, la invite a leerme el pasaje homosexual de Leo Druscovich en la mesa, mientras tanto la familia pretendía tener una conversación paralela a la que nadie podía prestar atención alguna. "No estoy acostumbrada a este tipo de lecturas", se detuvo y sonrió.
En la otra punta de la mesa el padre me miro fulminante, ella cerro el libro y entendí que ya no era mio, todos continuamos con la otra conversación.